Meme.
Viento divino
Me elevaré,
seré viento divino
en el cielo
El sol naciente
me dará su katana;
la empuñaré
Picaré veloz;
como ave de fuego
caeré, mortal
Seré agua
me perderé en el mar
eternamente
El mejor hombre,
como es el cerezo
el mejor árbol
Fer
PS. El significado de "kamikaze" en japonés es “viento divino”.
PS. 2. Para quien no conozca el tipo de verso, esto es un haiku: http://www.elrincondelhaiku.org/sec1.php
Surcando el Mediterráneo en paquebote.
Invisibles son los hilos que manejas
"...Son mi música mejor aquilones;
el estrépito y temblor de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos,
y el rugir de mis cañones.
Y del trueno al son violento,
y del viento al rebramar,
yo me duermo sosegado,
arrullado por la mar...".
(De "La canción del pirata").
La mujer morena
Libros de antes para no dormir ahora
Y ya por hoy, felices sueños.
Viajeros y turistas
Una de las cosas que suele suceder cuando viajamos es que en ocasiones lo hacemos como viajeros, y otras como turistas. En esencia, quiero decir. La realidad muestra que todo viaje, por mero itinerario, por causa de trabajo, por estudio, por guerra -de estos últimos se celebran muchos de década y media a esta parte desde Europa, ya sea como soldado, periodista, médico... ingeniero, bombero, policía, empresario, religioso, químico, vendedor o las mil razones que sean-, o las más variadas razones, o todo "tour", tienen de ambas facetas.
Si bien, impera una de ellas en nuestros viajes por lo general, siendo así que cuando nos dirigimos a un lugar con un fin concreto, diferente de conocerlo sin más, hacemos turismo si las circunstacias nos lo permiten, pero solemos estar centrados más en la razón que nos lleva allí que en las circunstacias que acompañan el evento.
Eso es singular, pues suele darse el caso de que cuanto menos deseable sea ir a un lugar, mayores vicisitudes es posible que acompañen el trayecto. Ya nos destinen de profesor a una universidad centroamericana, nos mande la empresa a visitar a un cliente a Laos, o haya fallecido nuestro rico -lo califico de rico para que la herencia asegure que vayamos- tío Facundo legándonos un loquesea en Daguestán.
Existe también el viajero de afición, que suele encontrarse en lugares exóticos, y que busca una manera de recorrer el mundo diferente de los habituales usos vacacionales de la mayoría de la gente, convirtiéndose en un turista que viaja -sobre estos hay una interesante anécdota al final del mensaje-, como existe el turista al uso, que lo quiere todo fácil, cómodo y sin complicaciones, pero al que una tsunami, un golpe de estado o un motor de avión mal revisado convierten en el más arrojado de los aventureros.
Como hay tardes en las que salimos de casa para dar una vuelta y tardamos mucho en regresar, y conocemos lugares, personas o situaciones que convierten el paseo en una experiencia, en un viaje.
Anécdota anunciada:
Un amigo mío que vivió cinco en Indonesia como diplomático, en la ciudad de Djakarta, se desplazó en uno de sus viajes a un lugar remoto, en el que apenas había turistas, y donde podía verse a holandeses -Indonesia fue colonia holandesa hasta poco después de la SGM- y británicos -de esos hay vayas a donde vayas-, que se paseaban en pantalón corto y con sombrero de intrépido aventurero.
Mi colega, que iba de turismo sin más -ni menos, porque le picó un bicho muy chungo- observó que en un pseudobar de una aldea tenían colocado un plato con arañas bastante grandes, muertas y fritas -no necesariamente por ese orden- con un palillo cada una de ellas, expuestas a modo de tapa para ser deglutidas por quien tuviera apetito. Él me asegura que vio a un inglés comerse una, entera, la masticó y la tragó, y pasó rato, así que le llegó hasta las tripas.
Jesús preguntó a los lugareños acerca de la particular vianda que allí se degustaba, siendo informado por el dueño del establecimiento de que jamás en su vida había comido una araña ni la comería aunque le matasen, que nunca había visto comer, ni oído que lo hiciera, nadie de su pueblo, de su comarca ni aún de su país todo. Pero que la picaresca había llevado a los naturales de aquel lugar a colocar esta singular presa ante los "viajeros" germánicos de sonrosadas carnes y fría mirada que deseaban hacer "lo verdaderamente auténtico" de aquel lugar, como Delaquadra Salcedo cuando comía gusanos y similares.
Y no por burla ni maldad, sino por dinero, que mucha falta les hacía, y no teniendo mucho más que ofrecer a las visitas, idearon lo arriba expuesto,
Es cierto que la migala (tarántula gigante) se come en Sudamérica por los indios, pero es que la migala es tan desmedidamente grande que a mí, que me dan mucho zúto las arañas, no me parece ni araña siquiera, casi es más una centolla. He visto a Rodríguez de la Fuente comerse las patas de una y ni siquiera daba "cosa". Pero las que contaba mi amigo sí, esas daban mucho yuyu.
Fer
Ich bin kein* Berliner
En la foto aparece Koke, al atardecer, “sobre” la puerta de Brandemburgo, de la que nace la más célebre avenida de Berlín, la “Unter den Linden” (“Bajo los tilos” en alemán), de ahí el juego de palabras “Über den Tor” (sobre la puerta), pues el careto de mi churri está sobre la celebérrima puerta debido al ángulo de la foto.
Arquitectura art Decó, edificios con cicatrices de la última guerra civil europea, bosques y parques inmensos, gastronomía tradicional… y un cierto clima de nostalgia, de melancolía, sazonándolo todo, pues flota en el ambiente la sensación de que los disparatados desvaríos de la mente de un lunático arrebataron a esa gran urbe un papel que le habría correspondido en la escena mundial, similar al de otras ciudades citadas más arriba.
Rubén y yo en misa de ocho... pasadas.
PS. He escrito "causalidad", no me he equivocado.
¿Cómo lo haces?
El noble y digno ejercicio de una canonjía.
Hago acto de presencia pues durante unas horas en un bonito despacho con una mesa muy grande y aparente, a diez minutos de mi casa en metro o quince caminando, y ejerzo responsabilidades y actividades varias -hasta las catorce horas del mediodía- que oscilan desde la ingesta de cafeses con su chorrito de orujo en el bar, visitas al barbero -que es un maestro-, paseos por la web desde mi computadora, y algún que otro trabajo burocraticoadministrativo de mayor o menor relevancia o complejidad según el caso. Las más de las veces relacionados con el Ayuntamiento, la Generalitat y otras instancias que piden las cosas más insospechadas.
Espero estar mucho tiempo en esta ciudad, porque a Koke le gusta mucho, y porque su barrio de l'Eixample es uno de los lugares más placenteros que existen para vivir y pasear. Pero es probable que en un par de años vuelva a algún país extranjero a ejercer otros cometidos asaz canónjicos, ya sea en el ámbito de la diplomacia, como en Bruselas, o en algún Cuartel General internacional, o, acaso, en un lugar que me gusta mucho: la escuela de Inteligencia la OTAN en Oberammergau, al Sur de Baviera.
El caso es que los más de cuatro años que pasé en Bruselas, y pese a que durante aquel tiempo mis inquietudes se centraban en organizar y protagonizar viajes, excursiones, cenas, juergas y demás desvaríos, no debí hacer mal mi trabajo, pues mi ex jefe, el embajador Benavides, me envió tras mi partida una hermosa cédula por la que me concedía, ahí es nada, la Real Orden del Mérito Civil, a la que ahora me honro en pertenecer, y que hasta puedo lucir de militroncho, tal como me autoriza el BOD número quince de este año (pag. 893 para los viciosos).
Es simpática la parrafada escrita a mano por el Embajador - Secretario de la Orden (de barrocos apellidos), la recargada prosa en que el documento está redactado, la firma de Nuestra Majestad, pero, lo más divertido de todo, es la firma de puño y letra de Moratinos. Reconozco que no es un ministro que me entusiasme, y va el pobre y me da una distinción de tan alto rango... si no fuera porque él no sabe que yo existo me conmovería.
Fer
Amanecer
Es probable que de entre la fauna que visita los blogs, lee y escribe en ellos, expone sus vivencias a la pública curiosidad, o husmea en las de otras personas, Koke y yo seamos la pareja que más tiempo lleva unida, o de las que más, al menos de entre los diocesanos que por aquí deambulan y que yo conozca.
El dieciocho de febrero de mil novecientos ochenta y nueve hacía algo más de medio año que conocía a Koke, pero ese día dejaron de procesar igual mis funciones cognoscitivas, dejé de ser el mismo, dejó de interesarme todo lo que siempre me había interesado y que no eran pocas cosas. Salvo Koke. Empecé a vivir para ella. Inicié un noviazgo -sólo unilateral el primer par de meses, que hay que decirlo todo- que se convirtió al llegar la primavera en una relación plenamente biunívoca.
Desde el verano del ochenta y ocho del pasado siglo pasé medio año enamorado de ella, pensando que era imposible que algún día la tuviese, Koke me parecía inalcanzable, me limitaba a soñar una vida a su lado. Pero tras el dieciocho de febrero, y tras el primer beso, y cuando ya éramos novios (each other, quiero decir, no sólo yo de ella), seguía flotando por mi en derredor un aura de incredulidad, de irrealidad. Lo que me ocurría entonces era diferente: sencillamente no podía creerme que estaba con ella.
Parecía atenuarse todo lo que los sentidos me ofrecían y que no procediese de ella, notaba al caminar que entre el suelo y yo faltaba algo, percibía al mirar que un halo translúcido lo nublaba todo, miraba absorto los amaneceres tras largas noches en vela cuando no la tenía cerca, porque todos los amaneceres se llaman como ella, y porque aquella primavera del ochenta y nueve yo no vivía en este mundo.
A veces, leyendo el cuento "El jardín del Montarto", he creído evocar aquellas sensaciones, visitas furtivas a otros universos que están en este.
Y le olía el pelito, y le acariciaba las manitas y su carita blanca, y le escribía cartitas cursis hasta el paroxismo con mi pluma –la M 149 que cito cuatro entradas más abajo-, y ella esperaba a que yo llegase, y cada vez yo dudaba si ella iba a estar, y me preguntaba cuánto iba a tardar en cansarse de mí.
Lo cierto es que, multimillonario como soy... en defectos, y atesorando un exiguo puñado de virtudes, sorprendentemente me sigue aguantando (bué, y yo a ella XDDD), y espero que así sea, como dice el Salmo veintitrés, "hasta el último día de mi vida".
Sobre lo que Koke me hace sentir no me tomo la molestia de perderme en devaneos, eso ya lo han hecho muchos poetas, y, si alguna conclusión he sacado de leerlos es que, si se puede explicar, no es amor.
Escrito en la noche clara del dieciocho de febrero de dos mil seis, diecisiete años después, escrito al Alba, con tiempo fuerte o flojo, de levante o de poniente, en cualquier circunstancia, porque antes de la aurora sólo hay oscuridad.
Fer
PS. He querido hacer un homenaje a todas las personas que no recuerdan bien a veces el nombre de Koke y lo alteran ligeramente, las variaciones son siempre hermosas y divertidas.
Eshma y Belma
La intérprete, Sabina, musulmana no practicante, era pieza clave en nuestro trato con las autoridades locales y con las gentes a las que íbamos a visitar en las "opstinas" (lo que aquí llamamos concejos, o barrios), ya que mi equipo mediaba entre las ONG,s, los ayuntamientos, ayudas privadas, FAS,s de diversos países que contribuían con sus medios a reconstruir infraestructuras, etc...
En la foto de esta entrada estoy repartiendo juguetes a las niñas del colegio de Nevesinje, una pequeña ciudad serbia de la Bosnia central en la que coordinamos muchos trabajos de reconstrucción, un lugar en el que el tiempo parece que se detuvo hace varias décadas a tenor del aspecto que todo ofrece.
No siempre eran tan gratas las imágenes, pues, pese al tiempo transcurrido desde que la guerra se detuvo (porque no terminó, sino que se detuvo), las fachadas en los pueblos y ciudades siguen ametralladas, y, en ocasiones, al llegar a una casa a la que la familia había regresado, no sólo había problemas de falta de agua, de que las autoridades croatas no diesen educación a niños serbios (es un ejemplo que vale para los tres bandos), o que todo estuviese desmantelado. Lo más impactante es que primero regresaban ancianos y perros, muchos perros, que pasaban varios meses pisoteando el terreno, y sólo cuando estaban seguros de que no quedaban minas, regresaban los niños y los jóvenes -los que estaban vivos tras la guerra-.
En un campo de refugiados conocí a una chica de treinta años llamada Shamira, bosnia musulmana, cuyo marido había muerto en la guerra. Su único patrimonio eran los juguetes de sus dos hijas (Eshma, de un año, y Belma, de dos años y medio), el cuarto de nueve metros cuadrados que la opstina le dejaba, y un "Sagrado Corán" escrito en árabe, lengua que desconocía por completo. También tenía una foto de su marido.
Para quien no lo sepa, y al respecto de las edades de las niñas, la guerra en que murió su marido se detuvo cinco años antes de que naciese la mayor, Belma, a la que, por cierto, era necesario operar al año siguiente de irme yo en Sarajevo, de una malformación cardíaca grave. Una de las misiones más delicadas de las visitas a aquel campo de refugiados era intimidar a los hombres para que no forzasen a las mujeres en general, y a Shamira en particular, a prostituirse.
Otro dia colgaré alguna foto de alguna de las dos niñas, hoy no me apetece.
El Duque de Alba
El factor oscilante en la inteligencia emocional
Pero lo que más podría llamarnos la atención es un detalle clave que parece pasarnos por alto cada vez que abordamos el asunto de la "inteligencia emocional", y es el hecho de que, como tal –emocional-, ha de estar necesariamente supeditada a oscilaciones, de modo y forma que no siempre tendremos la misma -en cantidad o coeficiente si, llegado el caso, se pudiere medir-, ni su esencia será igual. Pues son muchas las emociones que nos sacuden a diario en el devenir de nuestro tránsito por este valle de lágrimas que es la vida. O por este paraíso de placer, gozo y desenfreno, según el caso.
Una amiga me dijo en cierta ocasión que, bajo su punto de vista, esa particularidad no se refiere tanto al control de los estímulos, sentimientos, emociones... cuanto a la capacidad y habilidad de discernir de qué tipo es cada uno de ellos, esto es, no tanto que seamos dueños de nuestra emotividad, sino capaces de discernir qué cosa estamos sintiendo y en qué grado.
De igual forma que la madre siente un amor hacia su hijo que es distinto del que siente hacia su hermano, de igual modo que, ante una misma situación que nos perjudica en el orden que sea, sentimos mayor o menor indignación en cada momento y/o circunstancias, y lo atribuimos a factores exógenos que nos hacer percibir y/o reaccionar de manera diferente.
No es así el coeficiente intelectual, que, en general, ni fluctúa, ni sube, ni baja ni cambia, y nos acompaña en su grado y nivel durante toda la reencarnación sin sufrir grandes -ni pequeñas- oscilaciones.
Echo pues a faltar el estudio de ese elemento que acompaña la tan de moda inteligencia emocional: su posibilidad de ser algo oscilante en función a las situaciones internas y externas que operen en nuestra psique.
Fer
Meisterstück 149
Amén de utilizarla para firmar documentos importantes, como hacen tantos abogados, notarios, médicos, e incluso lampistas, que también he conocido el caso.
Como las Harley Davidson entre las motos, está entre las plumas la madre de todas ellas, la Meisterstück 149, de la firma alemana Montblanc, hela aquí:
http://www.fountainpen.de/c-montblanc-meisterstueck-149.htm
El caso es que esa pluma, la que da título a este opúsculo, me ha gustado mucho desde siempre, y el escritor le da, como digo, cierta importancia a la que aparece en las páginas del libro, atribuyendo su propiedad –en el pasado- a Víctor Hugo, y acabando la novela, en la página quinientos setenta y cinco, con estas últimas palabras inclinadas (quien no conozca aún la novela puede saltárselo):
Y para Beatriz, que nos devolvió a ambos la vida.
Cuesta entender que nadie haya notado el error antes de que el libro llegase a los talleres de imprenta.
Pero vaya, también es raro que yo sea tan pejigueras de haberme dado cuenta.
Fer
PS. La palabra “pejigueras” no aparece en le diccionario de la RAE.
PS. 2 Una visión sobre este asunto:
Azul de los mares del Sur