El crepúsculo

En mil novecientos ochenta y dos, un grupo de una docena de amigos borrachos, en Calafell (Tarragona), en la tarde de San Juan, fuimos a la playa a ver la puesta de Sol sobre la límpida línea del horizonte en las aguas del Mare Nostrum. Nos pareció romántico... y prometedor.
Pero el Sol se puso sobre unos apartamentos que no podían ser más cutres.

Alguien dijo de volver de madrugada para ver amanecer sobre el mar, nadie contestó y hubo un largo silencio, la frustración de la "puesta de Sol sobre los apartamentos" había sido devastadora. Mi amigo Rubén se echó un pedo y todos nos reímos. Rubén tiene esos golpes.

Esa noche grabamos unas psicofonías, también en la playa, pero Rubén no lo puso fácil. Casi todo el material grabado fueron proctofonías.

Al amanecer yo estaba en el coche con una chica que se llamaba (supongo que se seguirá llamando) "Mariajo", de María José. Ella estaba en cueros y yo la tocaba y eso.

No me fijé por dónde salió el Sol.

Efemérides y refugios.

Hoy es cinco de mayo, un día importante para mí, todos los cinco de mayo lo son, qué más da porqué, todos tenemos días importantes en nuestras vidas, onomásticas, santos, aniversarios... efemérides de todo tipo.
A veces recordamos de forma intensa, o entrañable, o desgarradora, o maravillosa, o triste, o feliz, o del modo que sea, cosas importantes que ocurrieron en nuestras vidas, y que, en la mayoría de los casos, no se repetirán.
La mayor parte de las cosas importantes en mi vida tienen que ver con Koke, si bien, no todas, lógicamente, pero creo que es bonito hacer de nuestro pasado historia, historia hermosa, construir en nuestra memoria -hasta tanto el Alzheimer o un golpe en la cabeza no nos separen de ella- un refugio en el que guarecernos de cuando en vez, un lugar íntimo y único en el que sacar brillo, limpiar, ordenar, cuidar... todo lo que nos hizo felices para rememorarlo, revivirlo y disfrutarlo, donde cobijarnos como si no fuésemos prisioneros de este presente cuya duración es infinitamente corta y que pasa a tanta velocidad, como una rebeldía contra el paso del tiempo.
Y un lugar también, ese refugio de nuestro pasado, en el que tratar de restaurar, arreglar, aprender de... lo que nos hizo desdichados, lo que hicimos mal, lo que nos hicieron mal. Quizá lo más duro de recordar es lo que hicimos mal a otras personas, sobre todo si hay o ha habido afecto del tipo que sea con ellas.
Tal vez en ocasiones, una celebración puede no ser necesariamente algo bueno, sino algo que nos hizo aprender, aunque fuese sufriendo.
Fer

Millau, la madre de todos los puentes

Al acabar las vacaciones de semana sacra, o ilíaca, o sagrada, o como se diga, Koke y yo volvimos de Barcelona a Bruselas a traves del nuevo viaducto de Millau, que está a 360 metros de altura sobre el valle de Lot, siendo así que la Torre Eiffel, de estar colocada debajo de la autopista, debería ser cuarenta metros más alta para rozar con la antena la parte de abajo (de la autopista).
Es el puente más alto del mundo, y la sensación de ir en coche sobre él es la misma que ir en avión:





Más información aquí: http://www.viaducdemillau.com
 
En algunas de las fotos no se ve el fondo del valle porque cien o doscientos metros por debajo del viaducto hay... nubes. La música de fondo es muy bonita. Está a unas tres horas (o y pico) de Barcelona y es un hermoso lugar de la Francia profunda para pasar un finde.