Luego hablan de Hamilton y de mi tocayo Alonso, pero lo cierto es que yo tuve coche a una edad muy tierna, tanto es así que ni motor se atrevieron a colocarle, que a pedales tenía yo que subir las empinadas cuestas de mi pueblo.
Los primeros días después de que alguna deidad misteriosa -creo que los Presidentes de la República Mentalistas de Occidente, o algo así- me regalase altruistamente el vehículo de la foto, uno de mis amigos me pidió conducirlo, y ya sabemos que los niños, recién recibido un presente, somos remisos a compartirlo.
Era Valentín, y me advirtió que si no le dejaba mi coche, él no me dejaría su pelota. Así descubrí que existían diferentes tipos de pelotas, pues, en principio, no podía entender que comparase el imponente deportivo que podéis ver con una bola de goma hinchada de aire.
Más de cerca me percaté de que su bola era muy grande, pesaba mucho, olía muy bien, como a piel, y tenía una curiosas costuras que conformaban figuras geométricas... ¡Valentín tenían un balón de reglamento!, ahí es nada; dos juguetes poco usuales en la Navarra profunda de los sesenta's.
Así pues, yo chuté fuerte contra los cristales, y él condujo rápido por las bajadas, e inventamos el comunismo. Luego cuentan historias de rusos, judíos, alemanes; que si Marx, que si Lenin... ¡leches!, el comunismo colectivista lo inventamos Valentín y yo.
Los primeros días después de que alguna deidad misteriosa -creo que los Presidentes de la República Mentalistas de Occidente, o algo así- me regalase altruistamente el vehículo de la foto, uno de mis amigos me pidió conducirlo, y ya sabemos que los niños, recién recibido un presente, somos remisos a compartirlo.
Era Valentín, y me advirtió que si no le dejaba mi coche, él no me dejaría su pelota. Así descubrí que existían diferentes tipos de pelotas, pues, en principio, no podía entender que comparase el imponente deportivo que podéis ver con una bola de goma hinchada de aire.
Más de cerca me percaté de que su bola era muy grande, pesaba mucho, olía muy bien, como a piel, y tenía una curiosas costuras que conformaban figuras geométricas... ¡Valentín tenían un balón de reglamento!, ahí es nada; dos juguetes poco usuales en la Navarra profunda de los sesenta's.
Así pues, yo chuté fuerte contra los cristales, y él condujo rápido por las bajadas, e inventamos el comunismo. Luego cuentan historias de rusos, judíos, alemanes; que si Marx, que si Lenin... ¡leches!, el comunismo colectivista lo inventamos Valentín y yo.