Algunos de los amantes de la escritura gustan de servirse de una pluma estilográfica para componer en papel lo que la mente les dicta. Pocas cosas más gratas que deslizar el trazo del plumín sobre el papel con una resma delante, borrando aquello en lo que nos equivocamos, retocando, añadiendo, eliminando, y comparando la letra que tenemos escribiendo con pluma, con la que obtenemos al bolígrafo. No son pocos los escritores célebres que usan aún, o ya, o siempre, la pluma para escribir.
Amén de utilizarla para firmar documentos importantes, como hacen tantos abogados, notarios, médicos, e incluso lampistas, que también he conocido el caso.
Como las Harley Davidson entre las motos, está entre las plumas la madre de todas ellas, la Meisterstück 149, de la firma alemana Montblanc, hela aquí:
Amén de utilizarla para firmar documentos importantes, como hacen tantos abogados, notarios, médicos, e incluso lampistas, que también he conocido el caso.
Como las Harley Davidson entre las motos, está entre las plumas la madre de todas ellas, la Meisterstück 149, de la firma alemana Montblanc, hela aquí:
http://www.fountainpen.de/c-montblanc-meisterstueck-149.htm
Es célebre esta herramienta entre la fauna de los amanuenses hasta el punto de que tiene un determinado protagonismo en la novela “La sombra del viento”, la mejor que he leído en los últimos años, del español Carlos Ruiz Zafón. Amores y desamores, cuadros costumbristas, retazos humorísticos de gran genio, intrigas, misterios, todo se entremezcla en ese libro, cuya acción transcurre en Barcelona (la Bcn de hace tiempo), donde pueden ser visitados algunos de los lugares que en él se citan.
El caso es que esa pluma, la que da título a este opúsculo, me ha gustado mucho desde siempre, y el escritor le da, como digo, cierta importancia a la que aparece en las páginas del libro, atribuyendo su propiedad –en el pasado- a Víctor Hugo, y acabando la novela, en la página quinientos setenta y cinco, con estas últimas palabras inclinadas (quien no conozca aún la novela puede saltárselo):
El caso es que esa pluma, la que da título a este opúsculo, me ha gustado mucho desde siempre, y el escritor le da, como digo, cierta importancia a la que aparece en las páginas del libro, atribuyendo su propiedad –en el pasado- a Víctor Hugo, y acabando la novela, en la página quinientos setenta y cinco, con estas últimas palabras inclinadas (quien no conozca aún la novela puede saltárselo):
Para mi amigo Daniel, que me devolvió la voz y la pluma.
Y para Beatriz, que nos devolvió a ambos la vida.
Y para Beatriz, que nos devolvió a ambos la vida.
Pues bien, se da la curiosa circunstancia de que en todo el libro, fuera de ciertos desfases de fechas que el autor ha reconocido y que no restan ni un ápice de encanto a la obra (da igual si por edad fulano pudo o no ser padre de mengano), sólo hay un error de ortografía, y es en las páginas cuarenta, y noventa y cuatro (hablo siempre de la versión del libro que no es en rústica), en ambas puede leerse la palabra “Meinsterstück”, erróneamente escrita, con esa sorprendente ene de más, sorprendente procediendo de un escritor tan fabuloso (para mi gusto y pese a que imita en ciertos aspectos a Eduardo Mendoza) como es Carlos, o en una obra que ha sido traducida a tantos idiomas y de la que se han vendido tantísimos ejemplares.
Cuesta entender que nadie haya notado el error antes de que el libro llegase a los talleres de imprenta.
Pero vaya, también es raro que yo sea tan pejigueras de haberme dado cuenta.
Fer
Cuesta entender que nadie haya notado el error antes de que el libro llegase a los talleres de imprenta.
Pero vaya, también es raro que yo sea tan pejigueras de haberme dado cuenta.
Fer
PS. La palabra “pejigueras” no aparece en le diccionario de la RAE.
PS. 2 Una visión sobre este asunto:
Azul de los mares del Sur