Mi niña y yo

Es posible que mi hija se parezca a su madre de cara, o también en los parámateros de estatura (cuando tenga catorce años parece ser que según los cuadrantes estadísticos le llegaré a la oreja), o que sea niña y del carácter sea difícil extraer parecidos. Pero son cosas bien abstrusas; si algo tengo claro, muy claro con sólo mis ojos de niño y los suyos de ahora, es que no necesito la prueba de ADN para saber que es biológicamente mía; me basta con mirar, pues eso; nuestras respectivas miradas en lo más tierrrrrrrrrrrrrrrno de la infancia.

Mwhehehehehehehe...

Entiendo, eso sí, que los fantasmas, espectros y demás fauna imaginaria jamás entren donde ella o yo dormimos...

...porque miramos igual.

Y eso no se copia, ni se imita; y no sé si da miedo. Pero quizá sí un poco de respeto:

Fernandito con cinco años y Albita con tres

Ven a jugar conmigo, si te atreves...