Hay que ver cómo crece y se pone lustrosa esta criatura que ni se parece entre esa foto de su primer cumpleaños, y su aspecto actual apenas seis meses después.
Una ovillo de brazos y manos pugnaban, en incesante afán, por regalarle cosas con pertinaz amor. Yo veo a la criaturica desbordada, pero... a fecha de hoy ya tienen los Reyes Magos Septentrionales y los de Occidente -los de Oriente no me dan a mí muy buen fario- un camión con todo tipo de regalos a cual más grande y caro.
Pero es que en casa de sus cuatro abuelos y de otros parientes, sucede lo mismo, y haciendo cálculos de todo lo que le van a "echar" sus majestades, Mamá Noël, San Klaus, el Cagatió (un amigo imaginario propio de Cataluña), y demás entidades de otras dimensiones: no creo que cupieran tantas cosas ni aunque habitásemos en Manderley (espero que quienes visitan esta bitácora hayan disfrutado de la magistral "Rebecca", obra del Séptimo Arte oscar de 1940 a la mejor película).
En fin, tendré que acostumbrarme a caminar por la casa con rodilleras, espinilleras y botas militares, para sortear tantos objetos de mi retoño a los que suma para jugar los libros, cedeles, y todo aquello a lo que tiene alcance.
No obstante, hoy en un anuncio de la tele ha aparecido una merluza congelada, y mi niña la ha señalado y ha dicho: ¡PAPA! Estoy pensando en ir este domingo a Los Encantes Viejos y vendérsela a los gitanos. Ya se me pasará.