El finde del 7, 8 y 9 de los corrientes –abril es un mes corriente y anodino- hemos coincidido en Berlín Manolo, Ruben, yo y, sobre todo, nuestras respectivas esposas. Ha sido fascinante comprobar que esa ciudad, tan extensa como París, Moscú o Londres (con ligeras diferencias en cada caso) tiene la tercera parte de habitantes, y ello la convierte en un lugar irreal, con escaso tráfico por sus amplias avenidas, inmensas explanadas, enormes y frondosos bosques caducifolios en el centro de la ciudad, amén de la arquitectura tradicional de la ciudad y de los nuevos edificios nacidos de la remodelación fruto de la unificación de Alemania y la subsiguiente recuperación de la capitalidad federal, así que ya no es necesario el “ich bin ein Berliner -pretendió decir 'soy un berlinés' aunque la cagó un pocito-”, de JF Kennedy, por eso el “kein” del título da el sentido contrario.
En la foto aparece Koke, al atardecer, “sobre” la puerta de Brandemburgo, de la que nace la más célebre avenida de Berlín, la “Unter den Linden” (“Bajo los tilos” en alemán), de ahí el juego de palabras “Über den Tor” (sobre la puerta), pues el careto de mi churri está sobre la celebérrima puerta debido al ángulo de la foto.
Arquitectura art Decó, edificios con cicatrices de la última guerra civil europea, bosques y parques inmensos, gastronomía tradicional… y un cierto clima de nostalgia, de melancolía, sazonándolo todo, pues flota en el ambiente la sensación de que los disparatados desvaríos de la mente de un lunático arrebataron a esa gran urbe un papel que le habría correspondido en la escena mundial, similar al de otras ciudades citadas más arriba.
En la foto aparece Koke, al atardecer, “sobre” la puerta de Brandemburgo, de la que nace la más célebre avenida de Berlín, la “Unter den Linden” (“Bajo los tilos” en alemán), de ahí el juego de palabras “Über den Tor” (sobre la puerta), pues el careto de mi churri está sobre la celebérrima puerta debido al ángulo de la foto.
Arquitectura art Decó, edificios con cicatrices de la última guerra civil europea, bosques y parques inmensos, gastronomía tradicional… y un cierto clima de nostalgia, de melancolía, sazonándolo todo, pues flota en el ambiente la sensación de que los disparatados desvaríos de la mente de un lunático arrebataron a esa gran urbe un papel que le habría correspondido en la escena mundial, similar al de otras ciudades citadas más arriba.
Muy recomendable desayunar aquí hasta jinsharse de comé al filo del medio día por un precio módico, y darse por nutrido para el resto del día:
He aquí el descomunal e inacabable Frühstück (desayuno):
Buffet por dos mil calas hasta reventar, en el número cinco de la Unter den Linden, el corazón de la ciudad, en un lugar señorial y barato y a tiro de cerbatana de todas las cosas interesantes de la metrópoli.
Fue un gozo que nos anfitrionease un lugareño que trabaja en la emabajada bilateral. A partir de esta fecha es el mejor momento para ir, pues, por ejemplo, la mujer del lugareño, Juan Carlos de nombre, se fue a España y lo dejó allí sólo los cuatro años de su destino, pues ella es de Sevilla, y en Berlín es normal "disfrutar" de veinte grados bajo cero en invierno.
Fer