El Tiburón

A mi niña le regalaron ayer un tiburón muy grande de goma, cargado de helio y con una serie de complementos extraordinariamente complejos y dos motores eléctricos, que vuela, funciona con un mando a distancia y es por tanto teledirigido. En teoría es para uso doméstico, y está previsto su uso y disfrute para niños de ocho años de edad o más. Esta cara puso cuando lo vio por primera vez:


Más tarde se le escapó en una esquina estrecha del despacho y atravesamos alguna que otra vicisitud para recuperarlo, como recoge esta filmación:



Tras ello recibió una llamada telefónica de su abuela y madre de este servidor, con la que departió durante casi una hora; eso sí, sin soltar el tiburón:


Primero como puede verse, con el teléfono "Heraldo" de bakelita de los años treinta, en el que la voz de cualquiera que te oiga o a quien oigas, suena igual que la de Matías Prats en los NO-DO de otrora, y más tarde ya supongo que cansada por el peso del aparato, con uno más moderno e inalámbrico:


Por la expresión parece que mi niña y mi progenitora trataron asuntos del más elevado interés.

Hoy empero, al ver de nuevo el ingenio pegado al techo, y ponerse de nuevo a jugar con él, me ha dicho algo tan explícito como lo que sigue: "Papá, este tiburón no me sirve para nada". Y ha pasado de él. Ahora espera su siguiente regalo, para variar, y con esa cara de ilusión que sólo saben poner las niñas pequeñas porque lo llevan en el código genético: