El Padre Apeles y el Papa Clemente del Palmar de Troya

Uno de los más célebres presbíteros de nuestra patria; el Padre Apeles; ha decidido unir a su condición de sacerdote, la de militar reservista voluntario, para lo que, un mes al año, y como podemos ver en la fotografía, se viste de uniforme y se persona en un acuartelamiento (no exactamente en una bandera legionaria como muestra la instantánea), y así defiende nuestra fe y nuestra seguridad simultáneamente.

Tal vez unos meses en Afganistán le permitirían expandir both la fe y la paz, veremos qué se puede hacer en ese sentido.

Pero otro celebérrimo diácono de la fe ha sido, en el cambio de milenio, el Papa Clemente del Palmar de Troya, al que podemos ver en 1992, rodeado de su curia cardenalicia, en una de tantas fotografías sorprendentes que he podido obtener en esta reencarnación.

Ahora su iglesia es gobernada por Pedro II, pues su deceso se produjo a la vez que el de JP 2º del Vaticano, si bien, su Iglesia Palmariana ha marcado indeleblemente la historia de los antipapas.

No podemos quejarnos, pues nuestro país es cuna de sujetos de lo más fascinante, al menos en el entorno apostólico.

Bunis

Los bunis se dan besitos al Alba

La utilidad de la Virgen Santísima

Acto tan denostado como está en los días descreídos que nos toca transitar, pues encomendarse a la Santísima Virgen del Perpetuo Socorro del Sagrado Corazón de Jesús puede resultar extraordinariamente útil. Quizá no técnica u operativamente, pero sí en momentos en los que flaquea el ánimo, y hasta los más escépticos nos vemos abocados a refugiarnos en la fe.

¿Cómo si no hubiese tenido yo suevos de montarme en el Dragon Khan y además pasármelo bien? Hasta repetí un par de veces.
Otra cosa es nadar arrastrado por delfines, ahí sí que he de reconocer que me cugue (del verbo "cagarse"), sobre todo al ver a diez centímetros la hilera de colmillos de medio metro que gastan esos mamíferos. Qué majos son en los reportajes y películas, pero qué cangueli da estar en el agua al albur del capricho de una bestia del tamaño de un tiburón. Eso sí, la piel es suavecita.



En cambio mi niña se lo pasa de coña nadando con esos bichos, estaría horas con ellos; si estará feliz que hasta tiene los ojillos cerrados de alegría. Para que luego tilden a las féminas de ser el sexo débil. Y además en el Caribe, zona del planeta cuyo sistema sanitario no sé yo si es el más indicado para que te pase ningún percance.

La simbología fálica en la arquitectura

Es innegable y peculiar la tendencia de nuestra civilización por mostrar el elemento fálico, evocado por doquier en las construcciones más insospechadas; en las carreteras de los más remotos países, como puede verse en este tramo de la carretera Panamericana.


En la Plaza de San Pedro del Vaticano, nada menos, en cuyo centro se yergue enhiesto ese pirulo descomunal.


Obsérvese la manera singular en que está coronada la Torre Eiffel, monumento incircunciso donde los haya. Esa foto es de 1999, de otro milenio, pero la torre sigue en su sitio, y seguimos yendo a visitarla con bastante frecuencia.


Y qué decir del rematado del londinense Big Ben, que en muy poco difiere en su morfología prepuciana del símbolo parisino. A Koke le gusta asomarse cuando inmortalizo algún resto que acaso quede dentro de unos milenios de esta Era nuestra, a la que las generaciones futuras -tal vez evolucionadas a partir del saltamontes- pondrán nombre, como nosotros se lo ponemos al Jurásico en que los dinosaurios poblaban el planeta.