Esta reliquia, una joya del entorno rural de otros tiempos, estaba ayer aparcada en el centro de una ciudad moderna en 2017. Un Renault 4 L, un coche que a los más jóvenes quizá ni les sonará, y cuya palanca de cambio de marchas tiene un funcionamiento que entraña uno de los misterios más insondables para quienes jamás hemos conducido uno.