Aperitivo a la cena de Nochevieja, a base de un cuarto de kilo de angulas (de las de verdad, de Aguinaga), elaboradas según fórmula tradicional por mi propia persona con foto borrosa por la emoción; bien de picante y bien de ajo dorado, y botella de Moët & Chandon para regar convenientemente. Es un gran privilegio que a nadie más en mi familia le gusten las angulas.
Pero añoro las cocinas antiguas, ahora hasta en las casas de cuatrocientos años son vitros de convección que no admiten perolas de barro.