Hace solo 80 años, y ahora que las cosas parecen estar tan mal en muchos sentidos, la jornada de trabajo no estaba definida (eran frecuentes las de 15 y 16 horas), no había derecho a asistencia sanitaria, los únicos festivos eran los domingos, día de Navidad, Año nuevo y Viernes Santo.
Los empleados de las tiendas (que eran un sector con cierto desahogo) dormían bajo los mostradores de los comercios. No había sueldo mínimo ni pagas extras (los meritorios no cobraban absolutamente nada) y el sueldo de un obrero daba lo que se dice para alquilar una casa, que hoy en día nadie llamaría así, y comer (me refiero a legumbres y algo de cerdo o bacalao).
No había una legislación que protegiese los puestos de trabajo, y un obrero podía verse en la calle simplemente porque su patrón lo decidiera (lo que muchas veces les obligaba a transigir con condiciones abusivas). La ropa (la que se llevaba puesta) tenía que utilizarse durante años, y solo se tenía la de trabajar y la de los domingos. Cualquier enfermedad o accidente, incluso contraída o sufrido en el trabajo, si no le costaba un despido sin indemnización, sí suponía que no se le pagasen los días no trabajados (no había paro ni seguridad social ni asistencia sanitaria ni programas de asistencia social ni pensiones por larga enfermedad ni -mucho menos- no contributivas).
No había pensiones de jubilación; un anciano dependía por completo de su familia, y quien no la tuviese o ésta no estuviese en condiciones de mantenerle, tenía que irse a un asilo, donde se veía en condiciones infrahumanas hasta su muerte.
Eran las condiciones de un trabajador. Un hombre que conseguía con su trabajo sus propios recursos. Si hablamos de huérfanos, madres solteras, minusválidos, deficientes mentales, enfermos crónicos... etc. la cosa da mucho más de sí. Si luego vamos a la situación a finales del siglo XIX, tendremos para quedarnos pensando, y si ya nos vamos a ciertas formas en donde aun existía la esclavitud (y solo hay que retroceder 150 años para ver marcar con hierros al rojo a la gente) entonces quizá debamos estar más que felices de vivir en este nuevo siglo.
Que tiene mucho que mejorar, sin duda, pero conviene echar la vista atrás con objetividad a veces antes de pensar que vivimos en un mundo catastrófico.