La
Sainte-Chapelle en el centro de París está considerada una de las obras cumbre
del periodo radiante de la arquitectura gótica. Siempre que visito la ciudad
acudo temprano por la mañana un día laborable para poder pasar, lo menos
acompañado y lo más tranquilo posible, unas horas contemplando sus vidrieras,
que desde dentro y sin que te expliquen cómo las construyeron en el siglo XIII
dan la sensación de sustentar directamente el techo del templo, pues como puede
verse ocupan todas las paredes. Dentro el efecto es sencillamente mágico,
relajante, incomparable como los marcos. Recomiendo visitarla, está en Île de
France, muy cerca de Notre-Dame.