Navarra profunda, años sesenta del siglo XX. Bañándonos en la presa del río de mi pueblo.
- Qué mano tan grande tienes, primo.
- Es para
sujetarte mejor.
Y yo tampoco puedo creerme, querido primo Pedro
Jesús, que sobreviviésemos sin un rasguño a aquellos
maravillosos años a los que tanto me gustaría poder volver, porque fueron los
más felices de mi vida, y en los que no existían las preocupaciones de ningún
tipo.