Este invierno hemos pasado unos días en mi casa de Navarra, y mi padre ha comprado mil kilos de leña de olivo para la chimenea, porque a mi nenita le encanta ver la lumbre y escuchar crepitar las brasas. De ese modo todo se vuelve algo más ancestral, hogareño y hermoso.
Aquí se ve hasta el fuelle, a Koke le encanta verme soplar para avivar el fuego.
Calienta mucho y es hipnótico mirarlo.
El ayuntamiento del pueblo saluda con su imponente presencia al pasar delante por la noche.