Son varias las entradas en que he abordado París, pero esta vez quiero centrarme con dos imágenes en su faceta más romántica, por la época y por los lugares. La época no podía ser otra, pues si hablamos de romanticismo -en su faceta sentimental que es la que corresponde a la Ciudad de la Luz-, hemos de acudir inevitablemente al otoño. Sin duda el romanticismo abarca otros aspectos y maneras de ver y sentir la vida; desde la pasión por el terror gótico en forma de novela o cine, hasta la fascinación por los ideales; de igual modo que fuera de París y lejos del otoño hay romanticismo, porque este habita en realidad dentro de las personas que lo sienten.
Vamos en fin a un lugar del que ya he hablado: la Fuente de Medicis en el Parque de Luxemburgo, a principios de noviembre. Ahí está Alba sonriente, con un gorrito, en ese rincón de París que por fortuna suele tener pocos visitantes por lo desconocido y porque no es particularmente espectacular. Ahí sólo van parisinos a sentarse y leer. Como he dicho otras veces, y hasta que algo lo sustituya porque nada es eterno, ese y no otro es para mí el lugar más romántico del mundo.
Y aquí estoy yo, en una mañana de resaca y en la misma época del año, con el río Sena de fondo que puede percibirse ligeramente a través de la hojarasca de ese árbol que lo flanquea.