La gastronomía es un punto clave en el Principado; fabes, ñoclas a la brasa, lubinas, corderos asados, tortos de maíz, huevos que saben a "antes", bollos preñados; en fin, los aspectos gastronómicos darían de sí para un tratado. Pero lo importante son los impresionantes paisajes verdes y frondosos de prados y bosques, los animales que mi niña no puede ver en Barcelona como perrines, vaques, cabras, ovejas, gallinas, cachorros de gatitos, tejones, ardillas, ciervos, rebecos (en libertad los cuatro últimos), y un largo etc. Aunque para mí lo mejor de la experiencia de esta semana en Asturias, ha sido descubrir el milagro de acostarme en la cama, y quedarme dormido en el acto, instantáneamente, hasta nueve o diez horas después. Amigos, quien es asturiano habita en un paraíso, y quien no lo es, le recomiendo que visite esas tierras maravillosas como hago yo cada año. Y sí, sin duda haber estado una semana desconectado de Internet, de la televisión, y hasta del móvil, ha hecho que me sienta purificado, relajado y con una grata sensación de sosiego; y que quede claro que bromas aparte, en Asturias de todo eso hay. Pero cuando viajo por placer acostumbro a usarlo sólo si es estrictamente indispensable.
Lo mejor de todo es que mi hija ha regresado feliz, y con los mofletes colorados, como Heidi.
Sin duda ver el cielo por encima de las nubes es algo bello, difícil de superar como experiencia.
Pero nada es comparable a Alba y nuestra hijilla pateando entre animales domésticos y salvajes, los montes y bosques más recónditos de ese paraíso que es Asturias.