Para mi goce y disfrute personal, y el de mi mujer y resto de familia (Alba en particular como hija de pintor es muy aficionada al arte impresionista), me he permitido la adquisición de un original de Modest Urgell, con su correspondiente certificado de autenticidadad y de restauración, que adorna ahora una de las estancias de nuestra casa de Barcelona.
La hojarasca que crece salvaje, sin pisar, ante la puerta de entrada, nos muestra que hace mucho tiempo que nadie pisa ese itinerario. Los cipreses son algo inherente en la obra de Modest y son su homenaje particular hacia la trascendencia. El cielo nublado al atardecer, tan temido por los pintores por su complejidad al plasmarlo al óleo en un lienzo, y especialidad de Urgell, muestra la turbia confusión que causa en el humano plantearse qué cosa separa este mundo del más allá.
Y en contraste la única parte brillante del cuadro: la puerta. El umbral. Algo que nos conduce hacia otro mundo. Lo único que en el centro de la composición resalta fulgurante, como muestra de que nos hallamos ante un pintor romántico que cree en la elevación hacia un plano superior de la existencia.
Tal vez por comparación con lo triste que era la vida entre finales del siglo XIX y principios del XX, la época que le tocó transitar; sin anestesia ni antibióticos, y con guerras en cualquier lugar, por cualquier causa, y en cualquier momento, al autor de esta maravillosa obra que ahora está en casa.
Sólo puede atribuírsele un problema a esta obra como a casi todas las de este pintor, y es su gran tamaño, lo que hace complicado elegir un lugar para colgarlo. Pero bien, ya está colgado.
Sólo puede atribuírsele un problema a esta obra como a casi todas las de este pintor, y es su gran tamaño, lo que hace complicado elegir un lugar para colgarlo. Pero bien, ya está colgado.