En 2004, cuando vivíamos en Bruselas (estuve cuatro años destinado en la Embajada de España ante la OTAN), mi mujer telefoneó como tantas veces en francés a un restorán de Gante, antiguo, muy bonito y charmant, que de un lado da a una calle medieval y del otro a un canal, a reservar mesa. Como se apellida Andreu, y en Gante hablan flamenco -aka holandés- y llevan el francés reguleramente, pensó en cómo se pronuncian en francés la "e" y la "u"*, y por ello deletreó en lugar de su apellido, su nombre de pila: Alba. No cayó en la cuenta de que se llama igual que este celebérrimo prócer de las Españas:
Cágate vivo cuando a los pocos días llegamos, vieron que éramos ocho españoles, y apareció un propio más indignado que yo cuando Domenicalli mandó entrar a Alonso a boxes inoportunamente perdiendo así el Mundial de Formula 1 de este año; a decirnos que la broma que les habíamos gastado equivalía a reservar mesa en Tel-Aviv a nombre de "Hitler".
Por suerte al final todo se resolvió amigablemente tras desfacerse el entuerto. Pero así descubrimos que lo de Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III Duque de Alba, usado como ogro / coco / similares, dista mucho de ser una leyenda urbana o un cuento chino (flamenco, en este caso). A esta litografía de excelente factura me remito, en la que puede verse al noble y militar español comiendo niños flamencos con voraz apetito (pulsando de agranda la imagen):
Ahí tenía el camarero perdida la partida por la mano sólo por la ley de Godwin**, pero mi costilla tiró de DNI belga (prerrogativas del estatuto diplomático), y le mostró al susodicho que su nombre es realmente Alba y no otro. Lo arregló (es sarcasmo).
El kartoffelkopf flamenco se echó las manos a la cabeza, pasó del francés al neerlandés, se dio la güerta y se marchó gritando con incredulidad y horror: "en España ponen de nombre 'Alba' a las niñas".
Por suerte al final todo se resolvió amigablemente tras desfacerse el entuerto. Pero así descubrimos que lo de Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III Duque de Alba, usado como ogro / coco / similares, dista mucho de ser una leyenda urbana o un cuento chino (flamenco, en este caso). A esta litografía de excelente factura me remito, en la que puede verse al noble y militar español comiendo niños flamencos con voraz apetito (pulsando de agranda la imagen):
** Ley de Godwin: http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_de_Godwin