Acto tan denostado como está en los días descreídos que nos toca transitar, pues encomendarse a la Santísima Virgen del Perpetuo Socorro del Sagrado Corazón de Jesús puede resultar extraordinariamente útil. Quizá no técnica u operativamente, pero sí en momentos en los que flaquea el ánimo, y hasta los más escépticos nos vemos abocados a refugiarnos en la fe.
¿Cómo si no hubiese tenido yo suevos de montarme en el Dragon Khan y además pasármelo bien? Hasta repetí un par de veces.
Otra cosa es nadar arrastrado por delfines, ahí sí que he de reconocer que me cugue (del verbo "cagarse"), sobre todo al ver a diez centímetros la hilera de colmillos de medio metro que gastan esos mamíferos. Qué majos son en los reportajes y películas, pero qué cangueli da estar en el agua al albur del capricho de una bestia del tamaño de un tiburón. Eso sí, la piel es suavecita.
En cambio mi niña se lo pasa de coña nadando con esos bichos, estaría horas con ellos; si estará feliz que hasta tiene los ojillos cerrados de alegría. Para que luego tilden a las féminas de ser el sexo débil. Y además en el Caribe, zona del planeta cuyo sistema sanitario no sé yo si es el más indicado para que te pase ningún percance.