Hace tres semanas pasé unos días en la hospedería del Monasterio de Leyre, en Navarra; la arquitectura del lugar, la naturaleza que le rodea, el canto gregoriano, el retiro y la paz de pasar allí un tiempo (muy breve, eso sí), y desde luego la excelente cocina que se comparte con los monjes en el Refectorio son algunas razones por las que cada lustro o así paso tres o cuatro días en lugares de este estilo; he aquí algunas fotos obtenidas desde la ventana de mi celda y un rincón de la misma: