"Y desde la plaza del mercado llegué a un templo de plata y luego a un palacio de ónice, y había muchas maravillas en Perdóndaris, y me habría quedado para verlas, pero cuando llegué a la muralla exterior de la ciudad vi de pronto una enorme puerta de marfil. Me detuve durante algún tiempo para admirarla, entonces me acerqué más y comprendí la terrible verdad. ¡La puerta estaba tallada de una sola pieza!
.../...Escapé por la entrada y bajé hacia el barco, incluso mientras corría creía oír en la distancia, detrás de mí en las colinas, las pisadas de la temible bestia que dejó caer aquella masa de marfil, y que, tal vez, estuviera buscando su otro colmillo.
.../...
Ahora el capitán despertaba. La noche se estaba enrollando desde el Este y el Norte, y sólo los pináculos de las torres aún tomaban la caída luz del sol. Entonces me dirigí al capitán y, tranquilamente, le conté la cosa que había visto. E inmediatamente me preguntó acerca de la puerta, en voz baja, para que los marineros no se enteraran; y le conté que el peso era tal, que no podía haber sido traída desde lejos, y el capitán sabía que no había estado allí un año atrás. Concordamos en que aquella bestia no podría ser destruida pon ningún ataque humano, y que la puerta debía ser un colmillo caído, uno caído cerca y recientemente. Ante esto, decidió que era mejor escapar de una vez, así ordenó, y los marineros fueron hacia las velas, y otros levaron el ancla, y justo cuando el pináculo de mármol más alto perdía sus últimos rayos de sol, dejamos Perdóndaris, la famosa ciudad."
(Lord Dunsany, "Días de ocio en el Yann")